El impacto que la pandemia está teniendo en nuestro país ha obligado a cambiar el foco de nuestra atención a los contextos más cercanos, que sufren sus consecuencias de manera intensa. Desde las organizaciones de Cooperación al Desarrollo, sin embargo, intentamos duplicar los esfuerzos y diversificar los recursos de manera eficiente, para poder dar respuesta, tanto aquí como en países más empobrecidos, a las demandas de la población más afectada.
Mientras aquí observamos con orgullo cómo personas anónimas dan lo mejor de sí ayudando a vecinas y vecinos y sus historias personales aparecen en los medios de comunicación, otras personas e historias, por lejanas, quedan diluidas en noticias con datos y análisis globales. Aquí traemos algunas de esas historias.
El proyecto NosoTrans se desarrolla en Lima (Perú) y es apoyado por la Fundación Triángulo y el Ayuntamiento de Madrid. Es una iniciativa de la organización local PROMSEX y ha contado con la participación de otras entidades como “Féminas” Perú y la Asociación de Familias por la Diversidad Sexual, como respuesta al problema del incumplimiento de la Norma de Atención de Salud de Mujeres Trans que garantiza el acceso a servicios de salud integral, eliminando barreras y restricciones administrativas y técnicas que impiden el acceso al tratamiento hormonal.
Diana es una mujer trans de 66 años que vive en Tacna. Fue una de las primeras beneficiadas con la ayuda que organizaciones como Féminas han logrado hacerle llegar. Natural de Trujillo, Diana migró a Tacna con la esperanza de una vida mejor, consiguió trabajo en una peluquería y vive en una habitación de hotel que no ha podido pagar desde que todo se detuvo. Al ser una adulta mayor, trans y sin recursos económicos, sus posibilidades de supervivencia han llegado al estado más crítico durante esta cuarentena. Se siente muy agradecida por la ayuda brindada y, aunque el dueño del hotel le ha permitido quedarse ahí asumiendo el compromiso de pagarle cuando todo regrese a la normalidad, su mayor preocupación ahora es el hambre.
Cristina vive con su familia en San Juan de Miraflores. Todos ellos trabajan de manera informal, ninguno de los 7 miembros que la conforman recibió el bono de 380 soles designado por el Estado para las personas en situación de pobreza. Ella, de 29 años, y su madre eran empleadas en un restaurante, su padre hacía trabajos de pintura, esto les permitía vivir antes del estado de emergencia. Tiene un grupo de 10 mujeres trans que viven muy cerca de ella y ha podido ver cómo algunas de sus amigas tienen problemas para pagar la renta del lugar donde viven, ser expulsadas, venderlo todo y buscar la forma de volver a su pueblo natal. Tiene 3 amigas que viven con VIH que han suspendido su tratamiento para no acudir al hospital María Auxiliadora, el cual “está colapsado, hay muertos por todos lados y gente infectada” nos comenta. La ayuda que recibió de Féminas: unos pollos donados por la Gerencia de la Mujer de la Municipalidad de Lima, los utilizó para hacer una olla común y compartir la comida con otras compañeras de la zona.
También en Perú, la emergencia sanitaria por el COVID-19, si bien es cierto que ha evidenciado un estado muy débil en términos de atención médica, apoyos sociales y económicos a las poblaciones vulnerables, también ha agravado especialmente la situación de las mujeres con discapacidad, en la mayoría de los casos excluidas de las ayudas estatales. En Perú más de 300.000 personas con discapacidad desempeñan trabajos independientes como artesanas, vendedoras ambulantes o propietarias de pequeños negocios, que en esta situación se ven impedidas de ganarse el sustento diario para ellas/os y sus familias. COCEMFE, FCPED y CODIP están llevando a cabo el proyecto “Impulsando el derecho de las mujeres con discapacidad a una vida libre de violencia y discriminación en Perú”, con la financiación de la Fundación ONCE y el Ayuntamiento de Madrid.
Talía es una mujer con discapacidad visual y de talla baja en situación de pobreza. Ante la falta de empleo se dedica a la venta de golosinas en las calles. En la situación de emergencia por la pandemia del COVID 19 ya no puede contar con su ingreso diario de 20 soles (5,40 euros) y debe pedir apoyo de sus hermanos para alimentarse y comprar sus artículos de higiene personal. No ha recibido el bono de 380 soles (102 euros) aprobado por el Gobierno peruano en esta emergencia sanitaria a favor de los hogares en condición de pobreza y pobreza extrema, ni está empadronada en su municipalidad para la recepción de víveres. Talía vive en Villa María del Triunfo (Lima) junto a sus hermanos.
Carmen es una mujer con discapacidad física a causa de la artritis reumatoide que le afecta desde los 15 años, lo que se complica con cálculos renales y daño hepático por las medicinas que toma a diario. Ella tiene un negocio de venta de sándwich en su casa junto a su cuñada, pero debido a la situación de emergencia por la pandemia del COVID 19, no tiene ningún ingreso. Su esposo que trabaja como moto-taxista, tampoco puede salir a generar el sustento diario. Ambos vienen subsistiendo con préstamos familiares y sólo han recibido algunos víveres por parte del Consejo nacional para la integración de la persona con discapacidad (CONADIS). Carmen vive en San Martin de Porres (Lima) en la casa de sus suegros.
Ser mujeres en países tradicionalmente machistas como República Dominicana significa tener que lidiar con concepciones erradas, negación de derechos, de oportunidades, mitos y una gran carga de inequidad de género, si además de ser mujer se tiene una discapacidad, esta vulnerabilidad se agudiza, se suman estereotipos y otras interseccionalidades que hacen realmente muy difícil la supervivencia. Además de las dificultades de movilidad, continúan otras preocupaciones latentes: carecer de mascarillas y guantes, como acceder a un centro de salud accesible y que brinde un buen servicio, donde hacerse la prueba si se sospecha tener el virus. COCEMFE trabaja en República Doninicana en el marco de los proyectos “Ciudadanía activa contra la violencia de género hacia las mujeres con discapacidad”, financiado por la Unión Europea y Fundación ONCE, y “Promoviendo los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres con discapacidad”, financiado por la Comunidad de Madrid.
Aylin Fidel es una joven de 20 años con discapacidad múltiple: Parálisis cerebral y baja visión, usuaria de silla de ruedas requiere apoyos para gran parte de sus actividades cotidianas. Vive sola con su padre, tiene asma y los cambios de clima le afectan mucho, lo cual le ha pasado en estos días, pero debido al temor a infectarse y a que están cerradas las clínicas y hospitales no ha podido ir a chequearse y recibir servicios de su médico. Siente mucho temor porque su sistema inmunológico es muy débil y debe evitar contagiarse, pero esta situación de encierro la hace sentir muy deprimida. Su mayor dificultad ha sido por los estudios, pues su escuela no tiene el sistema de clases online como otras y al no tener ordenador en su casa le ha dificultado poder hacer los trabajos y tareas que le ponen pues no puede ir al centro de internet como lo hacía antes de la pandemia. Tiene mucho dolor en todo el cuerpo y eso se le mejoraba cuando iba a hacer gimnasia y ejercitándose, pero ni eso puede hacer ahora, ya que el toque de queda y las restricciones y el temor a infectarse la mantienen recluida.
En República Dominicana, son mucho de abrazar, pero desde que se impuso el estado de emergencia por el Covid-19, con las medidas de distanciamiento e higiene, el cierre de los negocios y el toque de queda, ha habido pocos abrazos. El país se enfrenta a esta crisis sanitaria con un sistema de salud muy débil, pero también una crisis económica y alimentaria. El gobierno puso en marcha un paquete de medidas, entre ellas: el aumento de los fondos en las tarjetas de solidaridad de los más vulnerables (tarjetas con las que pueden comprar productos básicos), así como el reparto de bolsas de comida. La organización Nuevos Caminos ha iniciado el reparto quincenal de comida a los 180 niños de sus tres centros infantiles, que estos días permanecen cerrados.
Nancy es la pequeña de tres años de una familia haitiana. Son 10 y hace un par de años tuvieron la inmensa suerte de que con una donación se les construyera una casa nueva en un barrio apartado, gracias a la cual pudieron dejar la choza en la que vivían antes. La casa no les sacó de la pobreza, pero viven con mayor dignidad. ¡Y avanzan! El hijo mayor ya estudia bachiller, ha terminado la secundaria. Y avanzan también porque, a pesar de ser haitianos, son bien aceptados por la población dominicana, algo que no suele ser fácil. A pesar de esto, para ellos es difícil liberarse de la pobreza. Por eso, cuando a su casa llega la donación de comida Nancy se abalanza a la representante de Nuevos Caminos para darle un gran abrazo. (Foto: Nuevos Caminos).
Este artículo se ha elaborado con información ofrecida por organizaciones de la Red de ONGD de Madrid: Fundación Triángulo, COCEMFE y Nuevos Caminos